quarta-feira, 27 de agosto de 2014

Ruta Herética de España, Francia y Andorra. Guía de los Cátaros. Ernesto Milá. «El catarismo nunca fue un movimiento de masas. Sólo una mínima parte de la población occitana militó en sus filas y siguió sus ritos. Muchos occitanos ni siquiera se interesaron por el catarismo, pero, aun así, apreciaron a sus vecinos…»

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Occitania. El marco geográfico
«Hasta el siglo XII Occitania había sido diferente. Su lengua, evolucionada de manera distinta a la hablada en el norte, se había convertido en vehículo de saber. El secreto de la pujanza cultural occitana era esa lengua que había sido adoptada por poetas errantes e incluso merecia ser hablada y leída por la nobleza local. El pueblo hablaba occitano, mientras el clero lo hacía en la antigua lengua sagrada, el latín. Al producirse la caída del imperio romano, la presencia germánica, aun existiendo, fue extremadamente tenue en Occitania. Los visigodos que hicieron de Toulouse su capital se trasladaron con armas y bagajes a España tras la derrota de Vouillé; apenas dejaron rastros. Así como en otras zonas de Europa con mayor presencia de sangre germánica se produjo una colusión entre el cristianismo y la antigua religión pagana, en Occitania, al menos a nivel popular, la impregnación cristiana fue débil y la religión popular practicada y amada por la población tenía mucho que ver con el cristianismo primitivo, sin que la componente nordicogermánica atenuara alguno de sus aspectos y los sustituyera por un sistema jerárquico y sacramental. La iglesia local era muy.débil en esa época y sus sacerdotes no daban el ejemplo que la población esperaba de ellos. Los cátaros la llamaban, con gran regocijo de la población, alcahueta e iglesia de Satán.
La lengua y la religión practicada eran factores de separación, pero la estructura feudal hacía de Occitania una zona no muy diferente del resto de Occidenre. La organización trifuncional de las comunidades era idéntica allí a la existente en la Corona de Aragón, Castilla, el Sacro Imperio Germánico o la Inglaterra de los Plantagenet. La nobleza guerreaba y se encuadraba en las órdenes militares. Los templarios y hospitalarios se implantaron ampliamente en la zona durante el siglo XII. Los monjes oraban y meditaban dentro de los monasterios pertenecienres a la orden del Císter y más adelante a los franciscanos, dominicos y otras muchas. Los burgueses y artesanos trabajaban com sus manos o comerciaban y sus organizaciones gremiales eran tan fuertes en Occitania como en cualquier otra zona de Europa. Estas tres columnas de la sociedad medieval europea estaban sostenidas por vínculos de cohesión, derechos, obligaciones y lealtades de cada uno respecto a los demás. La prueba de que esta organización feudal estaba viva en Occitania es que muchos nobles situados dentro de la órbita católica consintieron tomar las armas a favor del catarismo. Los condes de Toulouse y el mismo Pedro II de Aragón, llamado el Católico, guerrearon en defensa de sus súbditos cátaros, no por identidad con sus ideales sino obligados por el compromiso feudal. Políticamente empezaban a percibirse las contradicciones y conflictos entre los embriones de Estados nacionales y los feudos locales. Puede juzgarse el estado de ánimo del momento: crisis social, crisis moral, crisis política. Sin embargo, en Occitania y Lombardía todos estos males estaban ligeramente atenuados por una evidente prosperiedad derivada del establecimiento de vínculos comerciales con el este; las Cruzadas habían estimulado este flujo en ambas direcciones. Nadie especula sobre teología o metafísica con el estómago vacío, el florecimiento cultural sólo puede producirse en un marco de crecimiento económico. En ese caldo de cultivo florece el catarismo.

Los herejes
El catarismo nunca fue un movimiento de masas. Sólo una mínima parte de la población occitana militó en sus filas y siguió sus ritos. Muchos occitanos ni siquiera se interesaron por el catarismo, pero, aun así, apreciaron a sus vecinos e incluso les daban la razón en pequeñas discusiones de taberna: que si el bautismo era absurdo porque los recién nacidos ignoraban lo que era el pecado, que si los curas no hacían lo que predicaban, que si si Dios era bueno cómo había aparecido el mal en el mundo...» In Ernesto Milá, Guía de los Cátaros, Ruta Herética de España, Francia y Andorra, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1998, ISBN 84-270-2329-4.

Cortesia de MRoca/JDACT