sábado, 31 de maio de 2014

Cruzadas no 31. Origem das Cruzadas 1095-1119. José Luís Corral. «Con el islam fue diferente. Superiores en cultura y en formas de civilización al haber sabido sintetizar y aprender las aportaciones culturales de los imperios conquistados, los musulmanes mantuvieron sus postulados religiosos y su identidade»

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O Despertar da Europa
«A la caída del Imperio romano a fines del siglo V, la Europa meridional y el mundo mediterráneo se descompusieron en numerosos Estados que fueron gobernados por las castas militares dirigentes de los invasores germánicos. Del viejo Imperio sólo quedó la mitad oriental, el llamado Imperio bizantino, que com diversas y variables fronteras subsistió hasta 1453. A lo largo de la segunda mitad del siglo VII una nueva fuerza no prevista hasta entonces hizo una fulgurante aparición en el escenario del Oriente Próximo y del norte de África. Se trataba del islam, que construyó un gran imperio desde la India hasta los Pirineos en apenas un siglo. La Europa occidental de la Alta Edad Media, fruto de la mezcla desigual y heterogénea de los restos de la cultura romana, las aportaciones germánicas y la religión cristiana, fue acosada entre los siglos VII y X por amenazas considerables. Por el sur, el islam avanzó hasta el mismo corazón de Europa; los musulmanes conquistaron casi toda la península Ibérica, buena parte del sur de Francia, la mayoría de las islas del Mediterráneo occidental y asentaron algunas bases estratégicas en el sur de Italia y en la costa mediterránea francesa. Algunas razias llevaron a los jinetes musulmanes hasta los valles alpinos. Pero el avance, hasta entonces incontenible, se frenó a mediados del siglo VII a causa sobre todo de los enfrentamientos internos entre diversas facciones religiosas y políticas, que provocaron el cisma y la desmembración en el que durante un siglo había sido un imperio unificado y pujante.
A la amenaza musulmana por el sur, se sumaron por el norte y el oeste las invasiones de los llamados pueblos del norte, los temidos vikingos o normandos. Estos germanos del norte asolaron entre fines del siglo VII y fines del X las costas atlánticas europeas y las islas y las regiones meridionales del mar Báltico. En su afán explorador en busca de botín, penetraron en el Mediterráneo, llegaron a crear un reino en Sicilia y comerciaron con los pueblos eslavos de Rusia instalando factorías comerciales a lo largo de los cursos de los grandes ríos de Europa oriental. Tan temidos, o más incluso, que los musulmanes, los normandos fundaron importantes principados, como el ducado de Normandía, en el noroeste de Francia, o el Danelaw, en el norte de Inglaterra.
Por fin, a principios del siglo X, en plena descomposición del Imperio carolíngio, el único intento de reconstrucción europea, pero que sólo fructificó entre los años 778 y 843, hicieron su aparición los magiares o húngaros, un pueblo procedente de la profundidad de las estepas euroasiáticas que asoló las regiones orientales de la cristiandad hasta que en el año 951 fue detenido por el emperador Otón I en la batalla de Lechfeld. Así, tras las invasiones germánicas que certificaron la agonía y muerte del Imperio romano de Occidente en el año 476, Europa atravesó una largo período de cinco siglos en los que, a pesar de esfuerzos efímeros (como el realizado por el emperador Carlomagno), se vio amenazada desde todos los flancos y en todas las regiones por enemigos poderosísimos, algunos de ellos paganos, como los normandos y los magiares, o los seguidores de otras religiones con ansias universales, como los musulmanes. Acosada desde todos los flancos, la civilización surgida en Europa occidental tras la caída de Roma parecía abocada a su fin; pero, contra todo pronóstico, sobrevivió.
Durante ese medio milenio los reinos de la cristiandad occidental resistieron todos los envites, mantuvieron sus creencias cristianas y lograron imponer su cultura y su religión a normandos y magiares, que acabaron convirtiéndose al cristianismo a fines del siglo X y asumiendo sus modos políticos y sociales. Con el islam fue diferente. Superiores en cultura y en formas de civilización al haber sabido sintetizar y aprender las aportaciones culturales de los imperios conquistados, los musulmanes mantuvieron sus postulados religiosos y su identidad. La falta de unidad del islam, la pérdida de su impulso fundacional y la lenta recuperación, a la vez que la voluntad de resistencia, de los pequeños reinos cristianos de la península Ibérica dieron lugar a un largo período de estabilidad de fronteras con el mundo cristiano que se concretó en una línea estable y sólida que desde el valle del Duero atravesaba toda la Península hasta el piedemonte del Pirineo y de allí a las islas Baleares y Sicilia, y más allá del Mediterráneo al sur de Anatolia y a Armenia. Y así se mantuvo desde mediados del siglo VIII hasta mediados del siglo XI». In José Luís Corral, Breve História de la Orden del Temple, Ensayo Edhasa, 2006, ISBN 978-84-350-2684-0.

Cortesia de Edhasa/JDACT