sábado, 19 de abril de 2014

La Tribuna. Emilia Pardo Barzán. «Así que todo estuvo arreglado, metiose en el cuchitril, donde consagró a su aliño personal “seis minutos y medio”, repartidos como sigue: ‘un minuto’ para calzarse los zapatos de becerro, pues todavía estaba descalza; ‘dos’ para echarse un refajo de bayeta y un vestido de tartán; ‘un minuto’ para pasarse la punta…»

Cortesia de wikipedia

Barquillos
«(…) A las nueve muy largas, cuando cerca de cinco mil barquillos reposaban en el tubo, todavía el padre y la hija no habían cruzado palabra. Montones de brasa y ceniza rodeaban la hoguera, renovada dos o tres veces. La niña suspiraba de calor, el viejo sacudía frecuentemente la mano derecha, medio asada ya. Por fin, la muchacha profirió: -Tengo hambre. Volvió el padre la cabeza, y con expresivo arqueamiento de cejas indicó un anaquel del vasar. Encaramose la chiquilla trepando sobre la artesa, y bajó un mediano trozo de pan de mixtura, en el cual hincó el diente com buen ánimo. Aún rebuscaba en su falda las migajas sobrantes para aprovecharlas, cuando se oyeron crujidos de catre, carraspeos, los ruidos característicos del despertar de una persona, y una voz entre quejumbrosa y despótica llamó desde la alcoba cercana al portal: - Amparo! Se levantó la niña y acudió al llamamiento, resonando de allí a poco rato su hablar. -Afiáncese, señora... así... cárguese más... aguarde que le voy a batir este jergón... (Y aquí se escuchó una gran sinfonía de hojas de maíz, un sirrisssch... prolongado y armonioso). La voz mandona dijo opacamente algo, y la infantil contestó: -Ya la voy a poner a la lumbre, ahora mismito.... Tendrá por ahí el azúcar? Y respondiendo a una interpelación altamente ofensiva para su dignidad, gritó la chiquilla: - Y piensa que.... Aunque fuera oro puro! Lo escondería usted misma.... Ahí está, detrás de la funda... lo ve?
Salió con una escudilla desportillada en la mano, llena de morena melaza, y arrimando al fuego un pucherito donde estaba ya la cascarilla, le añadió en debidas proporciones azúcar y leche, y volviose al cuarto del portal con una taza humeante y colmada a reverter. En el fondo del cacharro quedaba como cosa de otra taza. El barquillero se enderezó llevándose las manos a la región lumbar, y sobriamente, sin concupiscencia, se desayunó bebiendo las sobras por el puchero mismo. Enjugó después su frente regada de sudor con la manga de la camisa, entró a su vez en el cuarto próximo; y al volver a presentarse, vestido con pantalón y chaqueta de paño pardo, se terció a las espaldas la caja de hoja de lata y se echó a la calle. Amparo, cubriendo la brasa con ceniza, juntaba en una cazuela berzas, patatas, una corteza de tocino, un hueso rancio de cerdo, cumpliendo el deber de condimentar el caldo del humilde menaje. Así que todo estuvo arreglado, metiose en el cuchitril, donde consagró a su aliño personal seis minutos y medio, repartidos como sigue: un minuto para calzarse los zapatos de becerro, pues todavía estaba descalza; dos para echarse un refajo de bayeta y un vestido de tartán; un minuto para pasarse la punta de un paño húmedo por ojos y boca (más allá no alcanzó el aseo); dos minutos para escardar con un peine desdentado la revuelta y rizosa crencha, y medio para tocarse al cuello un pañolito de indiana. Hecho lo cual, se presentó más oronda que una princesa a la persona encamada a quien había llevado el desayuno. Era esta una mujer de edad madura, agujereada como una espumadera por las viruelas, chata de frente, de ojos chicos. Viendo a la chiquilla vestida se escandalizó: a dónde iría ahora semejante vagabunda? - A misa, señora, que es domingo.... Qué volver con noche ni con noche? Siempre vine con día, siempre.... Una vez de cada mil! Queda el caldo preparadito al fuego.... Vaya, abur. Y se lanzó a la calle con la impetuosidad y brío de un cohete bien disparado». In Emilia Pardo Barzán, La Tribuna, Alfredo de Carlos, Madrid 1883, The Project Gutenberg eBook, 2006, ISSO 8859-1.

Cortesia de PGeBook/JDACT